Un componente histórico y romántico, casi místico, se cuela en cualquier escapada a la ciudadela medieval de Carcasona. Hablamos, ni más ni menos, de la muralla y el castillo que cualquier niño dibujaría: torres con techos cónicos y perfectas almenas.
Esa ciudadela de cuento
Lo primero es lo primero, ¿por qué son tan “perfectos” el castillo y la muralla de Carcasona? Porque no son “exactamente” medievales. Los originales, con ese componente místico que la herejía cátara les confirió, fueron muy dañados durante la única Cruzada que tuvo lugar en suelo europeo. El rey de Francia, Luis IX –conocido como “San Luis”–, y el Papa Inocencio III declararon su guerra santa contra los cátaros en 1207. Dado que los cátaros –señores de la ciudadela– perdieron, sus castillos no acabaron precisamente bien parados. Aunque este en concreto fue reconstruido por el propio San Luis tras la victoria.
El famoso arquitecto francés Viollet-le-Duc fue el encargado de devolver a Carcasona su esplendor “original” casi ocho siglos después, a finales del XIX. Original entre comillas, porque mezcló diversos momentos históricos, al tiempo que añadía su particular visión creativa al proceso. Eso sí, no se le puede negar que el resultado final es impresionante. Es posible que te sonara ya el nombre de Viollet-le-Duc: la tristemente famosa aguja de la catedral de Notre-Dame de París, destruida en el incendio de 2019, también fue cosa suya.
Así que, recorremos una ciudadela medieval de mediados del siglo XIX, ¿quién dijo anacronismo?
Un paseo dentro de las murallas
Vaya por delante que no serás el único que haya pensado en atravesar sus murallas. Da igual en qué época del año tengas pensado viajar, la ciudad es un imán para turistas y sus callejuelas se llenan de grupos. Pero, ¿acaso no somos todos turistas?
Atraviesa la puerta de Narbona y fíjate en la figura de la Dama Carcas, de la que toma el nombre la ciudad. Te encontrarás en una ciudadela idealizada, casi como si estuviéramos recorriendo un plató de cine, pero con historia. Aunque los edificios se hayan restaurado y “recreado”, las batallas que se libraron aquí fueron reales. Camina por las lizas –los espacios que quedan entre la muralla exterior e interior– antes de visitar el castillo condal. Recorre sus salas, su camino de ronda, sube a sus torres y disfruta de una panorámica de la ciudadela desde el interior.
El edificio de la Inquisición, la catedral de Saint-Nazaire, los pozos en las plazas, las otras tres puertas de la muralla… vas a necesitar unas horas para disfrutar de todo lo que visitar en Carcasona.
La tranquilidad tras la puesta del sol y a primera hora
¿Siempre está llena de gente? No. Como en todos los lugares turísticos, el truco está en madrugar un poco o en trasnochar. Estamos hablando de pasar un par de días en la ciudad, así que aprovecha las horas en que los grupos no están. Al amanecer y al anochecer tendrás la ciudadela para ti solo.
No podrás entrar en la basílica de Sant-Nazaire ni en el castillo ducal, pero la luz del momento hará que las callejuelas parezcan casi mágicas, como si fuera a aparecer un caballero cruzado o tener lugar una justa a caballo en las lizas en cualquier momento.
La vista de la ciudadela con las vides
Desde el interior de la ciudadela es difícil hacerse una idea del tamaño y de la armonía del conjunto –hay que reconocérselo a Viollet-le-Duc–. Tendrás que volver a cruzar sus murallas… pero para salir. Carcasona muestra todo su esplendor, con una imagen completa de su tamaño, de su altura y de su arquitectura, desde el otro lado del río Aude, al este.
Si lo que buscas es la famosa foto de la ciudadela con vides en primer plano, tendrás que dirigirte a otro lado, hacia el sur de la muralla. Te avisamos de que necesitarás un vehículo para conseguirla, pero también puedes llegar en taxi.
Visitar la ciudadela para nosotros fue cumplir un sueño, esperamos que tú también lo disfrutes.
Por France.fr
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