Desfile de árboles en cada orilla. Las nubes y los puentes pasan sobre tu cabeza. Y el suave chapoteo del agua contra el casco del barco te acuna. De las márgenes del Saona al canal del Nivernais, podríamos visitar toda la Borgoña sin perder de vista el agua.
El día que empieza bien
Acabas de desayunar en tu camarote cuando, de repente, te acuerdas de que tu maravillosa barcaza-hotel también dispone de un jacuzzi al aire libre en la cubierta... ¡Aunque también puedes verte tentado a pasar un rato en la terraza del salón ajardinado para conseguir un asiento en primera fila para el próximo paso de esclusas! - Barcaza por los canales de Borgoña
El día de los pescadores
La caña de pescar vuelve a formar parte del arsenal del hombre moderno. Elige la orilla ideal para plantar la suya. O ve directamente al Saona. Tanto si eres un pescador experimentado como un principiante, podrás disfrutar de este deporte desde el muelle Mavia o el muelle Vergy para una pesca nocturna de carpas. La asociación local de pesca estará incluso encantada de darte un clase de pesca deportiva. - Pesca en Borgoña
El día que hay olas
En el centro de actividades de ocio de Auxerre, tienes que elegir: vela, esquí acuático o wakeboard. A menos, claro está, que los mayores se encarguen de los pequeños y tú puedas quedarte a disfrutar de tu bebida en cubierta. O aprovechar la escala para estirar las piernas y explorar las orillas.
El día en el que te llamarán «capitán»
¡Ni siquiera necesitarás tener el título para ponerte al timón! Navegarás por el canal del Nivernais con la intención de detenerte en cada castillo, en cada abadía, en cada bodega de vino… Algunos ejemplos: el castillo de Châtillon-en-Bazois, las bóvedas de Collancelle, la abadía de Corbigny... y un breve desvío a las bodegas de Bailly Lapierre para una degustación de Crémant de Bourgogne en Vincelottes. Éstas son sólo algunas de las paradas que puedes hacer, por ejemplo, de camino a Auxerre.
El día de las bicis
A lo largo del canal, el sendero de sirga te indica el camino. Tienes las orillas a tu merced, el desnivel es suave y el encantador sotobosque te tiende los brazos a la hora del pícnic. Es hora de subirse a la bicicleta y, por qué no, si estás cerca, seguir hasta los estanques de Baye y Vaux (auténticos santuarios de aves). - Estanques de Baye y de Vaux
El día en el que estamos solos en el mundo
Remando atravesarás los paisajes salvajes del valle del Cure. Al frescor de los tupidos bosques, tu canoa pasará por cuevas prehistóricas (las del pueblo típico de Arcy-sur-Cure), acantilados y antiguas termas romanas (las Fuentes Saladas de Saint-Père). - Cuevas de Arcy-sur-Cure - Sitio arqueológico Fontaines Salées
El día que se toma su tiempo
Aquí no contamos el tiempo en minutos, sino en esclusas. De la aldea de Port-Brûlé al pueblo de Sardy-lès-Épiry, te espera una bonita sesión de meditación en «la escala de Sardy»: 3,6 km, 16 esclusas. Una gran oportunidad para conocer a los habitantes del valle, ya sean escluseros o artistas. - L'Échelle des 16 écluses
El día que termina tarde
Esta noche, en Auxerre, te acogerá una barcaza-café-teatro, La Scène des Quais: cabaret flotante, comedia, sala de conciertos o simple bistró, según tus ganas y el programa del momento. Es un lugar acogedor donde se reúnen espectadores y artistas. - La Scène des quais
Para saber más:
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Por Émilie Guilhen
Diseñadora-redactora y creadora editorial en París.