Cómo fue que no vi estrellas de cine en Cannes

Inspiración

Costa Azul

Cannes al atardecer
© RossHelen / Istockphoto - Cannes al atardecer

Tiempo de lectura: 0 minPublicado el 9 junio 2018

¿Y si el mejor viaje estuviera en los desvíos que tomamos? En Francia, a veces resulta mejor olvidarse del programa para saborear el placer de dejarse sorprender. ¿Ponemos rumbo a la Costa Azul para hacer una escala en el Festival de Cannes? ¡Qué idea tan genial! Con un poco de suerte, me cruzaré con Diane Kruger o Pedro Almodóvar…

En el último momento, Anne, una amiga de la infancia, me invita a reunirme con ella en Cannes, en pleno festival. Esplendor por todo lo alto, alfombras rojas, fiestas increíbles… ¿e incluso la perspectiva de un ascenso por los famosos escalones? No lo dudo ni un momento.

Día 1: Nada más bajarme del avión, abro los ojos de par en par. ¡Nunca se sabe! Catherine Deneuve puede estar escondida detrás de unas gafas negras en primera fila. No. Nada. Pero en el aeropuerto de Niza, coincido con un viejo amigo que me propone tomar un pequeño tentempié en torno a una "socca". Me lleva a Chez Pipo, toda una institución en Niza, donde podemos degustar esta especie de crêpe elaborada con harina de guisantes al momento y condimentada con pimienta. Toda una delicia.

Día 2: Me despierto tarde. Mi amiga Anne ya acumula 4 días de festival. Me hace la jugada del «Ya estoy harta de todo este mundillo» y me propone pasar una jornada cultural en la Fundación Maeght de Saint-Paul-de-Vence. Me dejo llevar y descubro con admiración las colecciones de arte moderno y contemporáneo de esta pequeña y extraordinaria joya: Giacometti, Miró, Braque, Chagall, Fabrice Hybert, ya no sé hacia donde dirigir la mirada.

Día 3: Llueve a mares. ¡Qué mala suerte! Yo contaba ir a la playa de Martinez para asistir al cóctel de la Semana de la Crítica, en la lista del cual figuraba por una especie de milagro… ¡Qué se le va a hacer! En lugar de ello, nos vamos a Grasse a olisquear la fragancia de las flores y de la hierba cortada en Galimard y Fragonard con visitas guiadas y talleres olfativos llave en mano.

Día 4: ¡Vuelve el cielo azul! No me apetece nada encerrarme en una sala oscura a ver la última de Haneke. Embarcamos en Cap d’Antibes en una ensenada virgen junto al legendario hotel Eden Roc. Para poder ver a las estrellas ahí alojadas, hubiéramos necesitado unos prismáticos. En su defecto, nos lanzamos desde los acantilados para buscar bígaros entre las rocas. En el camino de regreso, nos detenemos en el hotel Belles Rives, donde nos cruzamos con el fantasma de Fitzgerald, cóctel en mano, en un vis a vis con el Mediterráneo.

Día 5: Anne me habla de un almuerzo de mujeres famosas en la isla de Santa Margarita, en el restaurante La Guérite. ¡La perspectiva me resultaba atractiva! El único problema, en el embarcadero nos anuncian que no hay lanzadera antes de las 14:00 h. ¡Vaya! Al llegar a la isla, vemos que todas las famosas ya se han ido. Me pregunto si no habré visto a Angelina Jolie hacerme un gesto desde una embarcación que iba en dirección contraria… Solo nos queda un decorado de ensueño y, en el menú, bogavantes y lubinas en costra de sal para hacernos caer rendidas de placer. Sin duda, en la Costa Azul, el glamour no siempre está donde se lo espera.

Por Pauline Weber

Periodista independiente especializada en cultura @paulineweber_

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