Con sus casas de entramado de madera, sus canales, su catedral majestuosa y su atmósfera acogedora, Estrasburgo es un destino ideal para disfrutar en pareja. Acompañada de su marido, Esther, ganadora del juego-concurso de San Valentín disfrutó de tres días mágicos en esta ciudad. A continuación, compartimos su relato, lleno de anécdotas y recomendaciones, que seguro te inspirará a preparar tu próxima escapada romántica a Francia... en cualquier época del año.
Estrasburgo, te llevo en el corazón y tu recuerdo me despierta una sonrisa
Gracias al juego concurso de San Valentín organizado por Explore France y sus colaboradores, mi marido y yo pudimos tener el privilegio de disfrutar de una magnífica escapada a la maravillosa ciudad de Estrasburgo, donde cada rincón ofrece una sorpresa.

Día 1 – Primeras emociones y un paseo por un cuento
Volamos desde Madrid con Iberia Regional Air Nostrum. En poco más de dos horas aterrizamos en el aeropuerto de Estrasburgo-Entzheim, muy cerca de la ciudad. Un tren de cercanías bien señalizado nos dejó en el centro en solo 10 minutos. Cogimos un tren de cercanías cuyo acceso estaba bien indicado y en sólo 10 minutos estábamos en la estación de Estrasburgo. Nuestro hotel estaba a unos 20 minutos caminando, así que fuimos viendo la ciudad cuando empezaba a iluminarse. El río Ill rodea y parece que abraza la ciudad, cruzamos uno de los numerosos puentes y en menos de 10 minutos, llegamos a la zona de la Petite France y los puentes cubiertos con su presa Vauban.

¿Que puedo decir de la Petite France?
Por muchas fotos que hubiera visto, poder verlo en persona, disfrutar de cada calle, de cada rincón fue una auténtica maravilla y verlo por primera vez, una emoción infinita. Los llamados puentes cubiertos (ahora sólo quedan las 4 torres, que son restos de la antigua muralla), con su presa Vauban (con una terraza panorámica gratuita con muy buenas vistas de la ciudad) nos dieron la bienvenida con sus luces rojas y moradas. Pasear por las calles de la Petite France hasta nuestro alojamiento fue una auténtica delicia.
El hotel Cour du Corbeau de cuatro estrellas (bien merecidas) está situado en el 6-8 de la Rue des Couples, justo al lado del río. Entrar por el callejón y ver las mamposterías de madera nos hizo transportarnos al renacimiento. Después de hacer el check-in con los amables empleados, nos subieron las maletas y acompañaron a la impresionante habitación moderna con un toque a lo Luis XVI (sillones, escritorio y enorme cama). Nos gustaron la carta y los detalles de bienvenida (bombón y galletas de limón), todo un detalle y sobre todo las vistas de la mampostería y patio desde la ventana de la habitación.
Cruzando el río llegamos en nada a la plaza de la impresionante y magnífica catedral y de las bonitas plazas de alrededor como son la plaza de Gutenberg, la des Tripiers (preciosa con sus flores y su tonel de vino) o la pequeña y coqueta plaza cerrada del marché Gayot escondida entre las demás joyas. Cenamos en un restaurante típico y nos fuimos a descansar, emocionados por lo que vendría. La primera toma de contacto de la ciudad fue buenísima.
Día 2 – Cultura, historia… y un toque de humor
El día comenzó con un delicioso desayuno buffet en el hotel, donde además del surtido de dulces recién hechos, yogures, compotas de frutas y algo de embutido; nos ofrecieron deliciosas tortillas, crepes recién hechos a nuestra elección. ¡Estaba todo delicioso y servido con mucha amabilidad!
Antes de ir a recorrer la ciudad, fuimos a la Oficina de Turismo, donde Christine nos recomendó varias actividades incluidas con la Strasbourg Pass:
- Paseo en barco con Batorama,
- Entrada al Museo Alsaciano,
- Acceso al reloj astronómico de la catedral, entre otras
La Catedral de Estrasburgo es imponente por fuera e impresionante por dentro. Las vidrieras, el reloj astronómico y su aguja de 144 metros nos dejaron sin palabras.
Recorrimos también el barrio del Parlamento Europeo, un punto interesante y diferente de la ciudad al que se puede ir en barco (con Batorama), tranvía o en un agradable paseo por la orilla del río. Dentro del edificio Ágora del Consejo de Europa hay un trozo del muro de Berlín, muy cerca también del parque de la Orangerie.
De vuelta al centro, atravesamos el barrio alemán o Neustadt, cuya arquitectura es muy diferente (incluso el ambiente y la gente). Lo más interesante fue un edificio con fachada egipcia y la plaza de la República adornada con sus magnolios en flor y el palacio del Rhin en uno de los laterales. Cruzando el puente nos encontramos con la fuente de Jano con la escultura con las dos caras del dios que recuerda el pasado romano de la ciudad. A unos pasos estaba la plaza Broglie, con su edificio de la ópera presidiendola. En un lateral está una escultura en conmemoración de La Marsellesa, pues fue en Estrasburgo donde se creó el himno para animar a los soldados marselleses que venían a defender a su país. Pasamos varias veces por esta bonita plaza e incluso encontramos un mercado de comida de productos locales.
Acostumbrados a hablar en inglés con todo el mundo, preguntamos a un vendedor local por sus productos y como él no hablaba inglés, nos lo fue explicando amablemente un compañero hasta que nos escuchó hablar español entre nosotros y dijo, ¿Ah, pero sois españoles?, la conversación cambió de tono entre risas. ¡Fue una anécdota divertida y graciosa!

Ya de vuelta en el centro, muy cerca de la catedral, comimos en Le Pfifferbriader, en la coqueta Place du Marché-aux-Cochons-de-Lait. Es una plaza preciosa toda llena de tiendas de recuerdos y en el centro un precioso pozo muy floreado en primavera. En el restaurante, un winstub de comida típica alsaciana comimos el delicioso menú alsaciano muy bien cocinado y servido con mucha amabilidad. Las ensaladas, el codillo, el chucrut y los postres caseros estaban deliciosos, ¡nos gustó mucho!
Otro dato curioso es que hay dos iglesias que se llaman igual, San pedro el Joven (Saint Pierre le Jeune), como tenía apuntado el nombre, pero no que había dos que se llamaban igual, visitamos las dos, primero la católica (que era bonita) y después la protestante, preciosa con sus frescos y su claustro. La segunda nos encantó y es la que recomiendo visitar si se tiene poco tiempo porque preciosa.
Como teníamos tiempo, visitamos otras partes y lugares curiosos: vimos la escultura “La mujer caminando hacia el cielo” en la Place des Halles. Por la tarde, aprovechamos para pasear por la zona de la catedral y sus plazas (la Plaza Kleber es muy grande y donde se pone el gran abeto en Navidad) y por todas las calles de la PetitE France, con sus canales y rincones encantadores iluminados por el atardecer.
Día 3 – Despedidas con el corazón lleno

Después del estupendo desayuno en el hotel, dedicamos la última mañana la dedicamos a explorar algunos lugares menos céntricos: el jardín botánico de la Universidad. Es una parte totalmente diferente de la ciudad por el ambiente universitario. Cerca de la zona de las universidades había murales curiosos de arte callejero y por toda la ciudad se podían ver imágenes de las típicas cigüeñas alsacianas. También conocimos la Plaza de la Libertad de Expresión, con grúas y una playa urbana.
Volviendo a la Petite France, tuvimos la suerte de ver subir el agua de la esclusa para que pudiera pasar el Batorama en la zona del puente de San Martín, desde el que se ven preciosas vistas ambos lados. ¡Esa zona nos ha encantado! Los últimos momentos los pasamos repasando nuestros rincones favoritos. Nos despedimos con pena, pero con los corazones llenos.
Au revoir Strasbourg, je t'aime.
Gracias por acogernos con tanta belleza, historia y amabilidad. Gracias también a todos los colaboradores que lo hicieron posible: Iberia Air Nostrum, el hotel La Cour du Corbeau, el restaurante Le Pfifferbriader y la Oficina de Turismo de Estrasburgo. Y sobre todo, gracias a Explore France por regalarnos una experiencia que quedará para siempre en nuestro corazón.
Esther

Por France.fr
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