Hace 20 años, Edouard Carmignac se enamoró completamente de la granja de La Courtade en Porquerolles. En 2018, su hijo mayor Charles abrió las puertas de la Fundación Carmignac para mostrar la colección de su padre. Para poder llegar hasta el lugar tendrás que tomar un barco, cruzar el sotobosque, caminar entre viñedos y olivos centenarios, embriagado por el aroma de los eucaliptos. Una experiencia única te espera: Charles Carmignac nos desvela algunos secretos en una vista previa.
En los orígenes de este viaje se encuentra la colección de tu padre. ¿Qué es lo que la caracteriza?
Es una colección muy personal, que consiste principalmente en obras del periodo de posguerra, de Pop Art y de sus favoritos. Hay mucho humor y mucha burla. Estas obras se caracterizan por un impulso vital, capaz de despertar la mirada del visitante. El mensaje es: "Abre los ojos para mirar hacia dentro y conectarte mejor con lo que hay alrededor".
La experiencia del visitante comienza incluso antes de llegar a la isla de Porquerolles: ¿qué nos puede decir sobre esta primera etapa del viaje?
Se trata, del itinerario en relieve del visitante-viajero. El viaje mental comienza a notarse tan pronto como uno se acerca al mar. Cuando uno llega a la isla, hay una impresión de liberación extraordinaria, una dilatación del tiempo y el espacio. Uno se desvía un poco del entorno habitual para experimentar la isla interior, para aprovechar ese misterioso poder de transformación que puede tener lugar al entrar en contacto con una obra de arte. Solo, frente a una obra, al caer la noche... pueden pasar muchas cosas...
¿Cómo encaja su proyecto arquitectónico en el paisaje?
El museo está escondido debajo de la casa. De repente, el espacio se expande, revelando 1.500 m² de exposición en varios niveles, sin que uno nunca se sienta bajo tierra gracias al juego de luz y de volúmenes. También habrá dos parques repletos de esculturas: al norte, un laberinto, cabañas y obras misteriosas e introspectivas; al sur, rostros y bustos colocados al paso de los visitante, que le invitan a cuestionarse sobre sí mismos.
¿Con qué estado de ánimo nos aconseja llegar?
Curiosos... Con tiempo libre. Dispuesto a dejarse llevar, a meditar en el jardín, a conversar con su pareja. Los distintos espacios pueden contribuir a este dejarse llevar, desde las salas de exposiciones iluminadas por un techo de agua hasta el jardín poblado de esculturas, pasando por el Parque Nacional que lo rodea.
¿Cómo empieza la visita?
Cuando llegues, te espera una bienvenida muy especial. Le pedimos al visitante que se descalce y le ofrecemos una bebida hecha a base de plantas medicinales cultivadas en el lugar. Este ritual de bienvenida está pensado para crear en cada visitante las condiciones propicias para que algo suceda. Este es el concepto del sentimiento oceánico: un momento de gracia, una experiencia de orden místico, donde el ego se funde en algo inmenso.
Por Lisa Azorin
Periodista-redactora.