24 horas de pausa encantada en Le Vieux Castillon

A dos pasos del Pont du Gard

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Intimidad y frescor en el patio del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.
© Le Vieux Castillon - Intimidad y frescor en el patio del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.

Tiempo de lectura: 0 minPublicado el 10 julio 2019

Detrás de las paredes de piedra seca de dos bastidas del renacimiento, Le Vieux Castillon es un oasis de paz y de frescor que nos encanta en el sur de Francia. En el pueblo medieval de Castillon-du-Gard, cerca del monumental puente romano, este renovado hotel de 4 estrellas, estimula los sentidos con su decoración depurada y generosa, su patio exuberante y sus increíbles vistas sobre los paisajes del sur.

9 h - Un rinconcito precioso

Una de las habitaciones del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.
© Guillaume de Laubier - Una de las habitaciones del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.

Materias brutas como la piedra caliza y la madera, una paleta de colores claros declinados a partir del blanco de la cal y unas líneas depuradas firman una decoración suave como la seda. El ambiente apacible de las habitaciones de Le Vieux Castillon evoca un preciado escondite cuando el sol empieza a inundar la campiña del Gard. Disfrutamos del lugar antes de salir a recorrer las callejuelas del pueblo de Castillon-du-Gard o visitar el Puente del Gard situado a unos kilómetros. A menos que prefieras la piscina…

11h - Un baño de luz

Piscina del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.
© G de Laubier - Piscina del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.

Como el estuche de una joya, unos magníficos muros en piedra rojiza rodean la piscina. Una amplia apertura ofrece unas vistas panorámicas. Echado sobre una tumbona, al borde de la piscina o dentro del agua, uno se deja llevar contemplando las viñas o más lejos, el monte Ventoux, la cumbre pelada del Vaucluse. A la caída de la noche, una o dos veces por semana en verano, estos mismos muros se transforman en pantallas efímeras cuando son proyectados sobre ellos grandes clásicos del cine internacional o novedades.

13h - Comida a la vista

 Restaurante La Table du Castillon, en el Gard.
© G de Laubier - Restaurante La Table du Castillon, en el Gard.

Se accede hasta él por un puentecito que se extiende sobre el viejo pueblo, desde donde se perciben unas gárgolas y unas linternas de cobre. La Table du Castillon estimula los sentidos antes incluso de que la carta revele los platos propuestos. Aquí, el chef Sullivan Le Ternuec, originario de Bretaña, pero desde sus inicios inclinado a expresar su creatividad en el Mediterráneo, ofrece una generosa cocina provenzal con un toque exótico. Destacan la ternera a baja temperatura, el pescado del día a la plancha o el tofu empanado con semillas de trigo sarraceno y trompetas de la muerte... Disfrútalo en la terraza con vistas o en el acogedor comedor de estilo escandinavo.

15h - Pausa fresca en el patio

Patio del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.
© Patio del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.

Un olivo escultural despliega sus arabescas ramas en el corazón del patio. Sus largas ramas filtran la luz del sur. Una sombra bienvenida, mientras adelfas y cipreses exhalan su fragancia de flores y clorofila. El patio, quintaesencia de la casa mediterránea por su intimidad y frescor, revela todos sus encantos. Cojines, pufs bereberes y mullidos sofás invitan a la lectura o a la siesta, arrullados por el zumbido de las cigarras en un ambiente bohemio-chic.

18h - Relajarse en el spa

 Spa del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.
© Le Vieux Castillon - Spa del hotel Le Vieux Castillon, en el Gard.

El ambiente suave de Le Vieux Castillon culmina en el spa donde las materias naturales visten el espacio de relajación abriéndose sobre los viñedos y la garriga. El gran herbario provenzal ha inspirado a la marca L’Occitane, que nació en las tierras próximas de Alta Provenza. Es ella quien firma los cuidados, los perfumes, los gestos e incluso las infusiones, con acentos del sur. En una de las tres cabinas, uno se entrega al placer de un peeling con masa de almendra o un masaje relajante con flor de cerezo.

Por Charlotte Cabon

Periodista.

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