¿Y si respirases a pleno pulmón el aire yodado en el Finisterre Sur, a lo largo de esta costa de Cornualles, típica de Bretaña? De Quimper a Quimperlé pasando por Concarneau, uno se llena del aire marino y de imágenes hermosas. Pequeños puertos pesqueros y granjas ostrícolas, hermosos museos y buenas mesas, playas de ensueño… No hace falta marcharse hasta el fin del mundo: ¡es en Finisterre donde empieza todo!
En Quimper: las crêpes y los jerséis marineros
Entre la tierra y el océano, donde se encuentran los ríos Steir y Odet, la hermosa capital de Cornualles, Kemper, hace honor a su nombre, “confluencia” en bretón. La historia y el patrimonio son los protagonistas, con las callejuelas de adoquines, los puentecitos, las pasarelas llenas de flores, las hermosas pequeñas plazas, la imponente catedral y las casas con torreón llenas de encanto. Tenememos una debilidad especial por Locmaria, el más antiguo barrio de la localidad, sede de las tiendas de loza y del célebre tazón con asas y nombre personalizado, fabricado por Henriot. Cuna de Armor-Lux y de los célebres jerséis marineros a rayas, Quimper es asimismo una etapa gastronómica donde saborear unas crêpes saladas o dulces tradicionales de Bretaña. En la bien llamada place au Beurre (plaza de la mantequilla), una decena de crêperies preparan la deliciosa especialidad local. Otro lugar que bien merece la visita para saborear la gastronomía bretona: La Ferme de l'Odet, a 5 minutos del centro de la localidad. Ofrece productos de temporada y creatividad y una gran experiencia gastronómica. ¡En Quimper, se te hará la boca agua!
En Concarneau, el mar como horizonte
Desde Concarneau, situado al fondo de una de las más bellas bahías de Bretaña, nos dirigimos en barco hacia las islas de Glénan. ¡Un deleite para la vista!: este rosario de islas está bañado por unas aguas de color turquesa casi como las del Caribe. Pero antes de embarcarte, debes visitar la Ciudad Cerrada de Concarneau. A la vez puerto pesquero y de recreo, esta antigua plaza fuerte de Bretaña ha permanecido bien protegida por sus murallas. Lonja de pescado, astilleros navales, pontones con flotas de veleros, una talasoterapia reputada y buenos restaurantes, como Le Chantier o La Coquille... Concarneau está completamente orientada hacia el mar. A modo de lugar de amarre, el hotel Kermoor, situado en la gran playa de Sables Blancs, es el establecimiento ideal. En sus habitaciones confortables como camarotes de barco con una bonita decoración marítima, no hace falta estar acostumbrado a navegar para sentirse bien.
A lo largo del Belon, ostras y puertecitos
A pocos kilómetros de Quimperlé y de Pont-Aven, unas pequeñas carreteras discretas y unos senderos bucólicos recorren bosques profundos y minúsculos puertos pesqueros protegidos en los meandros de unos ríos apacibles. Para realizar unas paradas cargadas de yodo, aconsejamos la adorable localidad de Doëlan, con sus casas escalonadas y sus dos faros rojo y verde, o Rosbras y sus muelles llenos de colorido, frente a la cala igual de pintoresca de Kerdruc, bañada por el Aven. En estos paisajes de ría con aires de un gran fiordo, es una delicia sentarse en la terraza de un bar para saborear una docena de ostras directamente producidas por los ostricultores de la zona. Se puede visitar sus granjas de ostras, como la de la familia Cadoret, a orillas del río Belon. Una buena oportunidad para aprender sobre la célebre ostra plana de Belon, símbolo de Bretaña, célebre en todo el mundo por su carne delicada y su sutil sabor a avellana.
Hermosas playas y marisco de Bretaña
En la desembocadura de los ríos Aven y Belon, el pequeño puerto de Port-Manec’h se abre al océano. Reserva una habitación en el Manoir Dalmore, un lugar digno de las más bellas leyendas celtas y déjate llevar contemplando el panorama. En primer plano, en la playa, la hilera de pequeñas cabinas de baño evoca el encanto pretérito de la Belle Epoque. Pero aquí, el stand-up paddle, la vela y el kayak se practican con dinamismo. Todas las playas de la zona merecen la pena. Nuestra preferida es la de Kerfany, pero también nos gustan mucho la de Tahiti o la ensenada de Rospico… A cada cual más bella. Para disfrutar de las vistas, también está la punta de Kervignon. Allí se puede comprar marisco y pescado directamente a los barcos cuando los pescadores regresan de faenar con las nasas llenas de langostinos y otros crustáceos. ¡Más fresco imposible!
Pont-Aven, un museo y unas galletas
Kerascoët, Kercanic... Difícil encontrar un nombre más bretón. Estas aldeas pintorescas, con sus casas típicas de granito y tejados de bálago, se descubren tranquilamente camino de Pont-Aven. Protegida en el estuario lleno de verdor del río Aven, esta localidad apreciada por numerosos artistas y pintores siguiendo la estela de Paul Gauguin ha conservado su caché. Aconsejamos visitarla fuera de temporada, aunque su hermoso museo, el único en el mundo dedicado por entero a la Escuela de Pont-Aven, justifica acudir varias veces. También están los artesanos y las tiendas de creadores, las galerías y talleres de los que uno no se cansa nunca y, para los gastrónomos, las célebres galletas de las que los numerosos fabricantes locales se disputan la mejor receta. Te toca a ti probar y juzgar, bebiendo un delicioso chocolate en La Chocolaterie...
Quimperlé, ciudad de historia
Una ciudad alta, una ciudad baja, callejuelas medievales, un mercado cubierto del siglo XIX de losetas rojas y blancas y algunas iglesias maravillosas. Quimperlé nunca ha sido considerada una localidad turística aunque vale la pena detenerse en ella. Hay que dedicarle tiempo para descubrirla, paseando y admirando las hermosas mansiones como la Maison des Archers y disfrutar una exposición en la Capilla de las Ursulinas, notable conjunto religioso transformado en museo de arte contemporáneo a la última. Y para coronar la visita, una buena comida en Le Bistro de la Tour es el mejor Rrestaurante de la ciudad.
Por Pascale Filliâtre
Periodista y viajera.
A menudo, he ido hasta la otra punta del planeta para encontrar lo que Francia nos ofrece… justo al lado. filliatre.pascale@orange.fr