La cumbre de La Rhune se levanta 905 m por encima de la costa vasca, ofreciendo al visitante uno de los panoramas más impresionantes del Pirineo vasco, a ambos lados de la frontera.
Con buen tiempo, desde la cumbre pueden divisarse siete provincias vascas, varias cumbres de los Pirineos, las playas interminables de las Landas y la costa vasca desde Biarritz a San Sebastián.
La historia del tren cremallera de La Rhune se inicia a finales del siglo XIX, cuando, en 1859, la emperatriz Eugenia de Montijo subió hasta su cumbre. Por aquel entonces se levantó un obelisco de granito para conmemorar la efeméride.
Debido al éxito turístico de La Rhune como mirador, en 1908 se acordó la construcción de un ferrocarril hasta su cumbre, y en 1912 se iniciaron las obras en territorio francés.
Actualmente, casi medio millón de personas visitan la cumbre y hace unos años se inauguró en la estación superior del cremallera una exposición conmemorativa. Hoy en día, el trayecto dura unos 35 minutos. Los trenes suben a una velocidad de 9 km/h, descubriéndonos lentamente la flora y fauna específicas de las montañas vascas. Si el día acompaña, podremos ver caballos en total libertad, ovejas pastando y buitres sobrevolando la cumbre.
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Por Víctor Riverola i Morera
Ex-corresponsal internacional. CEO en la productora Matterfilm. Autor de 14 libros y 4 documentales. Alpinista, viajero incansable.