¡Marsella tiene más que nunca el alma deportiva! La ciudad focense es conocida por su club de fútbol, su estadio Vélodrome y todas las competiciones deportivas internacionales que se celebran en ella, como la Copa del Mundo de Rugby 2023. En 2024, la vibrante ciudad mediterránea acogerá las pruebas de vela de los Juegos de París, así como diez partidos del torneo olímpico de fútbol masculino y femenino. La efervescente ciudad mediterránea se dispone a vibrar al unísono en su recinto deportivo. Manual de empleo para participar en las celebraciones, desde las callejuelas históricas del barrio Le Panier hasta la playa de La Pointe-Rouge, pasando por el imprescindible Puerto Viejo, donde degustar una tradicional bullabesa en condiciones.
Acudir al estadio o a la Marina olímpica
En bus o en metro, el acceso al estadio Velódromo o a la Marina olímpica del Roucas-Blanc es directo. Los más deportistas pueden ir pedaleando gracias al sistema de bicicletas de autoservicio que propone el ayuntamiento (hay una estación de bicis cerca del estadio). Desplazarse por Marsella es muy fácil con sus 2 líneas de metro, 3 líneas de tranvía, estaciones de bicis (con o sin asistencia eléctrica), una amplia red de autobuses y lanzaderas marítimas que navegan hasta finales de septiembre. Para los aficionados que quieran explorar la ciudad, la oficina de turismo propone unos City Pass de 1 a 3 días de duración que permiten utilizar toda la red de transporte y entrar en algunos monumentos o museos, como el MUCEM y el castillo de If.
Seguir el partido en la ciudad… y celebrar el tercer tiempo
En el aperitivo hay que tomar un pastís (con moderación, por supuesto) o una copa de vino rosado, algo muy típico de Marsella, incluso para prolongar las noches de partido. Entre los campeones de las retransmisiones está el bar O’ Brady en el barrio de Sainte-Anne, cerca del estadio Velódromo, un lugar habitual de aficionados al deporte con sus muros tapizados de camisetas y banderas, así como tres pantallas, ¡una de ellas gigante! En el Puerto Viejo, el recorrido de los bares empieza en el O’Malley’s, para picar una tapa de "panisses" (bastones típicos de harina de garbanzo) sin perder de vista el partido en la pantalla, y continuar en el Shamrock Irish Pub con sus tres pantallas gigantes en la terraza. En la zona La Pointe-Rouge, disfrutamos de las vistas a la playa de la Vieille Chapelle en el Red Lion, donde tres televisores y dos pantallas exteriores hacen las delicias de los asiduos.
Saborear productos locales
Marsella cuenta con 300 días de sol al año y eso se nota en su cocina. Empezando por la sopa de pesto, una combinación de verduras, legumbres y pasta, aromatizada con ajo, albahaca y aceite de oliva. El Mediterráneo también tiene cabida en la mesa, con la sopa de pescado y la bullabesa, un plato emblemático con distinción de calidad, que se puede degustar en el Miramar con vistas al Puerto Viejo, en Fonfon, un lugar histórico del puerto de Vallon des Auffes, o en versión selecta en L’Épuisette, donde el chef Guillaume Sourrieu (una estrella Michelin) reinterpreta también los «pieds plaquets», un plato típico marsellés de tripas y patas de oveja. Para disfrutar de una comida ecorresponsable, hay que echar el ancla en République, el primer restaurante gastronómico solidario de Francia. En el decorado chic del antiguo Café Parisien, reformado por Rudy Riciotti, arquitecto del MUCEM, los menús de inspiración provenzal del chef Sébastien Richard rinden homenaje a los productos locales. Y para comer algo rápido, nos decantamos por los camiones de pizza (¡inventados por un marsellés!), y los «chichis frégis», un tipo de churro para saborear exclusivamente en el puerto de L’Estaque.
Visitar la ciudad
Como los marineros, empezamos por saludar a la «Bonne Mère», la basílica de Nuestra Señora de la Guarda, para familiarizarse con la topografía de Marsella: desde lo alto de su colina (154 m), la panorámica a 360° abarca toda la ciudad. Al bajar de nuevo al Puerto Viejo, nos vamos rumbo a la espectacular construcción del MUCEM, el Museo de las Civilizaciones de Europa y el Mediterráneo, edificado sobre un antiguo malecón, para disfrutar de un viaje a los orígenes antes de sumergirse en la historia del arte parietal. A dos pasos se encuentra la Villa Méditerranée, para subir a bordo de unos vagones de alta tecnología y visitar el museo de la cueva Cosquer, una réplica de la cueva original submarina junto a las calas. Y nos embarcamos ahora para visitar el castillo de If, la mítica cárcel del siglo XVI inmortalizada en la novela El conde de Montecristo, y el archipiélago de las islas de Frioul, que forman parte de la red Natura 2000. De vuelta a tierra firme, imposible irse de Marsella sin marcarse una parada en el barrio Le Panier, la cuna de la Massilia antigua, con sus coloridas calles estrechas y empinadas, convertidas en un centro neurálgico del arte urbano.
Explorar los alrededores
En Marsella, todos los caminos conducen al Parque Nacional de Calanques, una serie de calas rocosas de piedra caliza y un punto caliente de biodiversidad con 140 especies animales y vegetales protegidas y 60 especies marinas patrimoniales. Al oeste, podrá disfrutar de un paisaje espectacular a bordo del Train de la Côte Bleue y su recorrido panorámico por viaductos y túneles, sin olvidar el bañador: en cada parada hay una playa donde zambullirse en las aguas cristalinas del Mediterráneo. Hacia el Este, puede calzarse las zapatillas y explorar los 20 kilómetros de senderos señalizados que serpentean por la roca entre Marsella y Cassis. A menos que prefieraS navegar en kayak de mar, ¡ideal para participar a la recogida de residuos y cuidar del mar! A menos de hora y media en tren, puedes ir al Parc des Sports d'Avignon antes de admirar otra proeza, esta vez arquitectónica, la del Rocher des Doms. Clasificado por la Unesco, visita el Palacio de los Papas, ¡el monumento gótico más grande de Occidente! - Recorrer el Parque Nacional de Calanques fuera de temporada - Visitar Aviñón
Encontrar alojamiento
En un nuevo establecimiento con certificación francesa HQE (alta calidad medioambiental) en el barrio de La Joliette, a dos pasos de las dársenas de Marsella y a 300 m de las paradas de metro y tranvía (a 20 min del estadio en autobús), el hotel Meininger dispone de 194 habitaciones acondicionadas para todo tipo de clientela: parejas, viajeros de negocios o grupos de amigos (de 1 a 6 camas). Decoración en tonos azules inspirada en las calas de la zona con un ambiente distendido acorde a la esencia de la ciudad. ¡El hotel cuenta incluso con una pista de petanca! - Alojarse en el Meininger Hotel en el centro de Marsella
Por Anne-Claire Delorme
Periodista y viajera.