Aparte de una minúscula estrella y algunos toques de purpurina que iluminan el aparcamiento, nada permite adivinar qué se cuece en este barrio residencial de Saint-Maur-des-Fossés. Un secreto bien guardado. Casi dos meses antes de las fiestas, hemos podido colarnos en estos talleres de las afueras, en el Este de París, donde las Galeries Lafayette preparan cada año sus decoraciones navideñas.
Tras la pesada puerta, un olor a resina y serrín se mezcla con el aire. En las paredes, guirnaldas de herramientas en orden de batalla. En el suelo, restos de madera, trozos de cinta adhesiva, un globo desinflado, purpurina... El taller cobra vida. Algunos van con mono, otros con simples vaqueros, todos manchados con trozos de pintura y barniz. Hace frío bajo el enorme techo de cristal, pero la luz es brillante. Todos están ocupados, algunos barnizando una ventana, otros lijando una manzana de caramelo o dando forma a un algodón de azúcar. Un martillo marca el ritmo. Una sierra y una hoja de papel pómez armonizan.
El extraño baile de los artesanos navideños
«¡Cuidado de no manchar mis ocas blancas con vuestra pintura!». Entre la inmensa noria y una aglomeración de globos cromados, asistimos al extraño baile de estos artesanos navideños. Proceden de Bellas Artes o de la Escuela Boulle, son especialistas del metal o de la tela, lijan, peinan y revisten pero, sobre todo, son polivalentes. Aquí, no hay funciones ni lugares asignados. Los puestos de trabajo se instalan donde haya un hueco. Los equipos se hacen y deshacen según las necesidades y las disponibilidades.
Manzana caramelizada roja
En un decorado todavía blanco, el color va llegando en toques. Encontramos a Mathilde que, hace cinco minutos, enrollaba algodones de azúcar y peinaba la pata de un elefante que todavía no está listo para el desfile. Laura prepara una extraña mezcla que, a golpe de varita mágica, tiñe de rojo una manzana caramelizada. Angela, por su parte, ha dejado a un lado la pistola de cromar para concentrarse en empaquetar globos. Los hay azules, rosas y plateados. Todos acabarán en el gran árbol de Navidad que se instalará debajo de la famosa vidriera de las Galeries Lafayette Haussmann de París. De repente, en silencio, el carrusel inicia su ronda… Se acerca la hora de la pausa. No será demasiado larga porque la gran noria espera su turno para que la maquillen. Antes de irnos, pasamos bajo el soplador que elimina el polvo y la purpurina acumulada en nuestra ropa y cabello. Ya estamos de regreso en el aparcamiento. ¿Acaso ha sido un sueño? Para comprobarlo, acudiremos, nada más lanzarse la campaña de Navidad, al nº 40 Boulevard Haussmann…
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Por Lisa Azorin
Periodista-redactora.