Notre-Dame de Paris, es Victor Hugo quien la describe mejor

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Interior de Notre-Dame de Paris
© Bill Perry / Adobe Stock - Interior de Notre-Dame de Paris.

Tiempo de lectura: 0 minPublicado el 10 diciembre 2024

En 1831, Victor Hugo convirtió la catedral de Notre-Dame en un personaje clave de su novela "Notre-Dame de Paris", lo que contribuyó significativamente a afianzar el edificio en nuestros corazones. Bajo la pluma de Hugo, Notre-Dame cobra vida y se convierte en un atractivo universal. Aquí algunos extractos de la obra.

Casi dos siglos antes de Disney, los musicales y Netflix, Víctor Hugo dio a la catedral sus cartas de nobleza. Y de qué manera. No es casualidad que la novela lleve el nombre de la catedral, que encarna mucho más que el teatro de los amores de Quasimodo y Esmeralda. 850 años después de su creación, mucho más allá de su simbolismo religioso y arquitectónico, Notre-Dame tiene seguidores en todo el mundo, como puso de relieve el incendio del 15 de abril de 2019. Tras cinco años de reconstrucción, la catedral reabrió sus puertas en diciembre de 2024. ¿Quieres preparar tu próxima visita o ampliar tu descubrimiento de este fabuloso monumento? No hay nada como sumergirse en la obra maestra del escritor.

Notre-Dame y los estragos del tiempo

"Todavía hoy la iglesia de Nuestra Señora de París continúa siendo un sublime y majestuoso monumento, pero por majestuoso que se haya conservado con el tiempo, no puede uno por menos de indignarse ante las degradaciones y mutilaciones de todo tipo que los hombres y el paso de los años han infligido a este venerable monumento, sin el menor respeto hacia Carlomagno que colocó su primera piedra, ni aun hacia Felipe Augusto que colocó la última."

Las magníficas bóvedas góticas de Notre-Dame de París, descritas por Victor Hugo en su novela homónima.
© Shutterstock - Las magníficas bóvedas góticas de Notre-Dame de París, descritas por Victor Hugo en su novela homónima.

Notre-Dame tan bella en primavera

"Era uno de esos días primaverales tan suaves y hermosos que todo París, repartido en plazas y paseos, celebra como si fueran domingos. En estos días de claridad, calor y serenidad, hay una hora en particular en la que hay que admirar el portal de Notre-Dame. Es el momento en que el sol, ya inclinado hacia el ocaso, mira casi directamente a la catedral. Sus rayos, cada vez más horizontales, se alejan lentamente del pavimento de la plaza y ascienden por la fachada escarpada cuyos mil salientes redondeados sobresalen en su sombra, mientras que la gran rosetón central resplandece como el ojo de un cíclope abrasado por las reverberaciones de la forja."

Luz en el corazón de las tinieblas

"La catedral estaba ya obscura y desierta, las naves estaban llenas de tinieblas y las lámparas de las capillas empezaban a parecer estrellas sobre le fondo negro de las bóvedas. Solo el gran rosetón de la fachada, cuyos mil colores estaban empapados en un rayo del sol horizontal, relucía a la sombra como una sarta de diamantes, y repercutaba al otro extremo de la nave su espectro deslumbrador."

La fachada, el primer tesoro de Notre-Dame

"Verdad es también que el arcediano miraba con una especie de ve­neración singular la portada simbólica de Nuestra Señora, aquella página cabalística escrita en piedra por el obispo Guillermo de París, el cual sin duda murió condenado por haber puesto un frontispicio tan in­fernal en el santo poema que eternamente canta el resto del edificio. (...) Pero lo que todos habían podido observar eran las interminables horas que pasaba muchas veces sentado en los pedestales del atrio, contemplando las esculturas de la portada, examinando ya las doncellas virtuosas con sus lámparas derechas (...)."

Un incendio devastador

"Todos alzaron los ojos a lo alto de la iglesia y vieron una cosa extraor­dinaria: en la cumbre de la más alta galería, encima del rosetón central, alzábase una gran llama entre los dos campanarios con tor­bellinos de chispas y una gran llama brillante y furiosa, de que á veces se llevaba el viento un pedazo entre el humo. (...) Encima de la llama, las enormes torres, de cada de las cuales se veían dos faces duras y recortadas, una enormemente negra, otra enormemente roja, parecían engrandecidas con toda la inmensidad de la sombra que proyectaban hasta en el cielo."

Por Clémentine Santerre

Periodista apasionada de París, me gusta descubrir los tesoros de la ciudad de la luz. Direcciones o tendencias inusuales, historias insólitas, esenciales... Qué ver en todas las facetas de la capital.

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