Y si lo mejor de un viaje transcurriera al desviarnos de nuestra ruta planificada. En Francia, conviene olvidarse a veces del programa establecido para dejarse sorprender. Ella es de Londres, él de Pensilvania. Quedaron de encontrarse en Aviñón para hacer una escapada por la Provenza y llegaron justo en pleno festival. Ballet, teatro, flamenco: hay tantas cosas que ver y oír…
Ella insiste en visitar el Palacio de los Papas. Durante 6 días, pasaron muy cerca, casi rozando, pero no llegaron a cruzar más allá de las escaleras.
Día 1: el Jardín des Doms
Qué calor. Es una gozada, pero igual es demasiado. El recepcionista del hotel sugiere comenzar el viaje por el Palacio de los Papas, porque hace muy buena temperatura en los apartamentos privados del Soberano Pontífice. Sí, pero… en la plaza del palacio hay una flecha que señala hacia el Jardín del Rocher des Doms. La seguimos hasta encontrarnos a 30 metros por encima del Ródano, en un maravilloso jardín inglés que domina toda la ciudad.
Día 2: el pueblo Villeneuve-lès-Avignon
Buscando el aparcamiento del palacio, acabé cruzando el Ródano sin querer. Al otro lado está Villeneuve-lez-Avignon, un pueblo con mucho encanto. Nos perdemos un poco más hasta toparnos con un restaurante imposible de encontrar y una gran terraza a la orilla del río: Le Basta Cosi. Pones mala cara, porque preferirías un sitio más provenzal. Tengo hambre e insisto en quedarnos. El jardín es magnífico, el cocinero siciliano y las pizzas son perfectas. Durante el café, estás tan a gusto que no te quieres ir.
Día 3: el Museo Angladon
Al salir de un espectáculo de baile, me voy a deambular por el barrio del Teatro de París. De casualidad, paso por delante de un museo chiquitín, el Museo Aglandon. El vigilante me cuenta que es la antigua residencia de un mecenas insaciable. Chardin, Vernet, Degas, Modigliani, Cézanne, Van Gogh, Picasso… Cada sala reúne obras y mobiliario de un estilo y una época. En un ambiente casi intimista, viajo de la Edad Media al siglo XX, de Europa a Oriente. Al final de la visita, tengo la impresión de salir de la casa de un amigo.
Día 4: la isla de la Barthelasse
Sin ofender a la tradicional canción* popular, ya nadie baila en el Puente de Avignon. Parcialmente derrumbado, hace mucho que no alcanza a la otra orilla. Para verlo desde otra perspectiva, nos fuimos en la lanzadera fluvial para llegar a la isla de la Barthelasse y recorrerla en bici. Nos cruzamos con un montón de pájaros, castores y nutrias muy atareadas. Desde la orilla, me enseñaste la Ciudad de los Papas…
Día 5: el pueblo Maussane-les-Alpilles
El abuelo del propietario de nuestro bar favorito tiene un montón de historias que contar. Antiguo olivicultor, nos habla del tesoro afrutado negro, el aceite de oliva de su infancia. Seguimos sus consejos hasta el Molino de Maitre Cornille, en Maussane-les-Alpilles. En este pueblo tan bonito, almorzamos bajo los plátanos, con el arrullo de la fuente, el griterío de las cigarras y el acento del sur del dueño.
Último día: un curso de cocina provenzal
Estaba tan emocionada de haber reservado una clase de cocina provenzal en la Escuela de La Mirande que me había olvidado por completo del Palacio de los Papas, aunque asistimos a espectáculos cada día y hemos disfrutado de una Provenza que nunca nos hubiésemos imaginado. Me parece que lo dejaremos para la próxima vez, mis excelentísimos papas…
* «Sur le Pont d’Avignon, on y danse, on y danse…» es una canción infantil que todo el mundo conoce en Francia.
Por France.fr
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