En mi viaje, en la región del noroeste de la isla de Córcega, pude sumergirme en las profundidades del mar, explorar desafiantes senderos en bicicleta, respirar el aire de la montaña a más de 2.000 metros de altitud y todo ello sin salir prácticamente de la Balagne. Esta región de la isla realmente ofrece algo para todos los gustos. Por supuesto, la gastronomía y la cultura también estuvieron presentes en este viaje.
Pequeños alojamientos con encanto por toda la isla
Cada uno de los alojamientos que visité poseía un encanto singular. Desde el Hotel St. Erasme en Calvi, donde los propietarios se esforzaban por crear un ambiente acogedor y familiar; mostraban un genuino interés en interactuar contigo y atendían cada detalle con gran cariño.
Los apartamentos de vacaciones en la colina, cerca de Ile-Rousse, me cautivaron por su ubicación apacible y las impresionantes vistas al mar. Desayunar en la terraza al ritmo del canto de los pájaros y deleitarse con el paisaje es, sin lugar a dudas, la manera perfecta de comenzar el día.
En Corte, en la región Centro de Córcega, pasé la primera noche en un bed & breakfast justo al lado de una zona vinícola donde el propietario produce su propio vino. No podía faltar una visita a la bodega y una pequeña degustación. La segunda noche nos alojamos en el Hotel Dominique Colonna, situado al principio del hermoso valle de Restonica. Desde el balcón o la terraza se oye el suave murmullo del arroyo, en el que uno puede incluso darse un chapuzón.
La cocina corsa no deja indiferente a nadie
Ya sea carne, pescado o vegetariana, la restauración corsa siempre procura ser regional. El ambiente del restaurante A Piazetta era maravilloso, en una pequeña plaza con la iglesia de Calvi al fondo, y la comida fantástica. En la terraza de la granja Aghjalle, los manjares con queso sabían especialmente bien. Las luces de la terraza y el personal muy entusiasta crearon un ambiente acogedor.
Pasear por el centro histórico de Corte al caer la noche y terminar la velada en el Campanile U fue uno de mis momentos más destacados. En mi última cena en el Auberge de la Restonica, saboreé un cuscús escuchando el murmullo del arroyo.
Acción por la mañana, cultura por la tarde
Mi primera actividad en este viaje era el buceo. Nos embarcamos en un corto trayecto de diez minutos directamente desde la bahía de Calvi. Fue mi primera inmersión y debo decir que la sensación de volar bajo el agua es verdaderamente adictiva.
Al día siguiente fui a hacer ciclismo de montaña. Me recogieron directamente en el hotel y pedaleé por los senderos más bonitos junto al mar. Por la tarde, el segundo teniente de alcalde de Pigna me brindó un recorrido por su encantador pueblo, presentándome varios talleres de artistas y artesanos locales. Por la noche, un experimentado guía de senderismo me acompañó, proporcionándome información detallada sobre la flora y las montañas cercanas a Ile-Rousse.
Y al otro día, tras recorrer una emocionante vía ferrata con espectaculares tirolinas, visité la ciudadela y el museo de Corte. Allí, de manera intensa, se narran la historia y la geomorfología de Córcega.
El último día, otro guía de montaña me llevó a descubrir dos lagos de montaña: Lago de Melo y Capitello. Situados a unos 2.000 metros de altitud, la vista panorámica era simplemente asombrosa.
Hospitalidad y diálogo
En Córcega me recibieron amistosamente en todas partes. Aunque no todo el mundo hablaba un inglés perfecto (ya que yo no hablo francés), todos se esforzaban por entablar una conversación conmigo. Se interesaban y me preguntaban qué estaba haciendo exactamente, adónde me llevarían mis próximos viajes, etc. Los distintos guías también atendieron amablemente todas mis solicitudes para tomar una foto aquí o grabar un video allá. Así se establecieron contactos que espero seguir cultivando en mi próxima visita a la isla.
Viajar sin prisas
En mi viaje a Córcega, me di cuenta realmente de cómo se puede viajar de forma sostenible sin tener que ver todo con prisas en el menor tiempo posible y lo más lejos posible. Hay tanto por descubrir en una sola región de Córcega, como Balagne, que se pueden pasar fácilmente dos semanas o más viajando por allí y no tener que recorrer interminables distancias en coche o avión. También disfruté especialmente de la oferta culinaria local, con una amplia selección de quesos procedentes directamente de la isla. La lección que me llevo de este viaje es la importancia de no pasar horas desplazándome de un lugar a otro en mi próximo viaje. Prefiero centrarme en una región y descubrir las fascinantes experiencias y exploraciones que tiene para ofrecer.
Por Sebastian Scheichl (@zeppaio)
Fotógrafo residente en Salzburgo (Suiza), amante de la montaña.