Unas playas que ofrecen una arena con mil matices, realzadas por una vegetación exuberante y unas rocas que doran bajo los rayos del sol… Los paisajes de Martinica no dejan de maravillarnos. Tomamos altura para admirar toda su riqueza.
Arena volcánica
La ensenada negra lleva bien su nombre: esta pequeña cala del sur de Martinica ofrece una arena negra que contrasta maravillosamente con sus aguas cristalinas. Para llegar hasta ella, bajamos una gran escalera de 130 peldaños. Una vez llegados, descansamos a la sombra de los árboles o nos ponemos unas gafas y un tubo para disfrutar de los fondos marinos.
Un paraíso en familia
Unas aguas cristalinas, una playa de arena fina bordeada de grandes praderas a la sombra de los cocoteros, algunos bohíos para protegerse del calor, mesas de picnic, un tobogán, unos columpios… ¿Qué más se puede pedir para pasar unos momentos maravillosos en familia? Nos encontramos al sur de la isla, en la ensenada Figuier.
50 matices de azul
Soñamos con caminar sobre el agua… Es posible en el Club Med, una institución en el suroeste de Martinica desde 1969. con su bosque de bungalows, este club bautizado como Pueblo de los Bucaneros respira el espíritu criollo al borde de la playa de Saint-Anne, una de las más bellas de la isla. Pueblo de los Bucaneros
¿Gris o dorado?
Un nuevo tono a descubrir en la ensenada de Le Carbet: un gris que se convierte en dorado bajo los rayos del sol. Pero no es el único atractivo de esta gran playa. Al nadar en sus aguas, por lo general muy tranquilas, no podemos dejar de contemplar la montaña Pelada, justo frente a nosotros.
Un paseo en las alturas
Este magnífico contraste entre azul y verde hay que buscarlo en el pueblo de Vauclin, principal puerto pesquero de la isla. El bucle del mismo nombre encantará a los senderistas de todos los niveles: playas salvajes, manglar y vegetación seca se encuentran en este recorrido. Las diversas cuestas tendrán como recompensa las inolvidables vistas de los fondos blancos de la costa sureste de la isla.
Un pontón sobre el océano
¿Tienes ganas de estar lejos de todo? Dirígete al islote Thierry y su pontón para relajarte apartado del mundanal ruido. Situado frente al pueblo de Le François, este islote cuenta con una única vivienda construida en el más puro estilo criollo a finales del XIX por un rico plantador.
Diamante a la vista
Símbolo de Martinica, la roca del Diamante debe su nombre a los reflejos con que se viste bajo los rayos del sol. En medio del mar Caribe, al suroeste de la isla, este islote volcánico de 175 m de altura es un espacio natural protegido: sus principales visitantes son las aves y las culebras “couresses”, una especie endémica. Los únicos humanos en contemplarlo de muy cerca son los buceadores que exploran los fondos marinos. ¡Se pueden ver corales, grutas, grietas, tortugas y barracudas!
Una extensión inmensa
Tres kilómetros de arena blanca bordeada de cocoteros que alzan sus cimas hacia el mar convierten a la Gran Ensenada de Salines en una de las playas más apreciadas de la Martinica. Los habitantes tienen sus costumbres: los fines de semana, muchos acuden a realizar un picnic. Unos pequeños restaurantes están situados bajo las palmeras, mientras que unos vendedores ambulantes nos ofrecen exquisitos helados de coco.
Por Florence Brunel
Coordinadora editorial de France.fr