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Viñedo de Borgoña
© Alain DOIRE / Bourgogne-Franche-Comte Tourisme-BFC - Borgoña es un destino para gourmets.

En Borgoña, el clima no sólo está relacionado con el cielo, también lo está con el suelo. Los climats de Borgoña son los territorios de los 1.247 terruños vinícolas que dan su personalidad a la región. En otoño, su vivo color rojizo responde a los tonos tornasolados de los tejados de los monumentos heredados de gótico flamígero. El momento ideal para realizar un viaje a Borgoña al borde del agua, entre pueblos medievales, iglesias románicas y viñedos excepcionales.

Los que no debes perderte durante tu viaje a Borgoña

De la exuberancia del gótico flamígero a la sencillez del arte románico, un rico patrimonio se esconde en el más mínimo rincón del territorio, inclusive los célebres climats de Borgoña.

Los Hospicios de Beaune

¡En Borgoña el arte nunca está muy lejos de la viña! Con sus gigantescos tejados cubiertos de tejas barnizadas de rojo, verde y dorado, los Hospicios de Beaune (siglo XV) son a la vez la joya del gótico flamígero de Borgoña, un viñedo y un destacado lugar del negocio del vino. Todos los años durante una subasta en noviembre, sus mejores vinos se venden a precio de oro. Una paradoja para este antiguo hospital de indigentes donde todavía pueden verse las camas dobles con columnas y cortinas de los pobres.

Côte de Nuits y Chablis

Dijon, la ciudad de los 100 campanarios, mata dos pájaros de un tiro: su sector protegido, uno de los mayores de Francia con sus 100 hectáreas, es Patrimonio de la Humanidad dentro de los climas de los vinos de Borgoña. La antigua capital del poderoso ducado de Borgoña es asimismo la puerta de entrada a uno de los más prestigiosos viñedos franceses: la Côte de Nuits. Pero es Chablis el que ha sido apodado “la puerta de oro de Borgoña”. En este encantador pueblo, se combina la cata de vinos y el descubrimiento del patrimonio como en la Obédiencerie, antiguo monasterio románico cuyas bodegas datan de los siglos IX y XII.

Abadía de Fontenay y Vézelay

En la Abadía de Fontenay desfilan 900 años de historia: la más antigua abadía cisterciense que se conserva en el mundo y cuya arquitectura sobria es un modelo en su género, fue fundada en 1118 por Bernard de Clairvaux. Fue este mismo monje, que se convirtió en uno de los principales santos franceses, quien llamó a la segunda cruzada durante un sermón exaltado en la Basílica de Vézelay. Importante lugar de la peregrinación a Santiago de Compostela, el edificio es una de las más hermosas iglesias románicas de Francia. Vézelay es también una hermosa localidad medieval, como lo demuestran sus fachadas con arcadas. A completar con la visita de Noyers-sur-Serein, uno de los 100 Pueblos más Bellos de Francia, con magníficas viviendas con entramado de madera del siglo XV.

En la ruta de los climats de Borgoña

No hay un viaje a Borgoña sin una escapada por las rutas de los vinos de Borgoña. O más bien habría que hablar de las rutas de los climats de Borgoña. En el origen de esta palabra puramente local, está el trabajo de los monjes benedictinos y cistercienses que construyeron cercados de piedra seca para delimitar parcelas de viñas en función de los imperativos naturales, especie de microterruños que posteriormente se han identificado al vino producido. Un verdadero mosaico, ya que la UNESCO ha catalogado nada menos que 1.247 de estos climats. Entre las rutas de los vinos de Borgoña, la más prestigiosa de ellas, bautizada “los Campos Elíseos de Borgoña”, recorre los terruños de Côte de Beaune que presenta ocho vinos grand cru, entre ellos siete blancos como el Montrachet. A comparar con el Chablis Grand Cru o el Chablis Premier Cru, otra región destacada para la uva Chardonnay.

La cocina tradicional en Borgoña

¿Cuál es el punto en común entre el *bœuf Bourguignon* y los huevos en meurette? El tocino, desde luego, pero también el vino tinto que le da toda su fuerza a la marinada, para el primero, y a la salsa, para el segundo. Incluso los célebres caracoles de Borgoña pueden prepararse con un buen vino tinto, preferentemente de la región. Para variar los placeres culinarios, hay que probar la *fondue bourguignonne* a base de carne en pequeños cubos que se sumergen en aceite hirviendo, acompañados de mostaza de Dijon, ¡por supuesto! Y hay que vivir la experiencia de un mercado de trufas en Vézelay o en Noyers-sur-Serein embriagado por los perfumes de avellana y de sotobosque.

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