¡Una única isla y dos países! Entre el océano Atlántico y el mar Caribe, San Martín es mitad francesa y mitad holandesa. Pero esta isla de bolsillo es más que eso: ¡es un verdadero crisol cultural!
En el Mercado de Marigot, el mayor mercado al aire libre del Caribe, uno se embriaga con los perfumes de los productos de la tierra. Y en los numerosos restaurantes, se saborea lo mejor de una gastronomía caribeña inspirada por el ambiente cosmopolita de una isla camaleónica, a la vez símbolo del lujo y paraíso salvaje.
Lo que no debes perderte durante tu viaje a San Martín
Unos vestigios de piedra volcánica sobre los que flota la bandera francesa… Dominando la bahía de Marigot, el Fuerte Louis es la memoria de una historia atormentada, con numerosas batallas entre los ingleses y los franceses. Construido en el siglo XVIII para proteger los almacenes del puerto donde se guardaban, entre otras cosas, las cosechas de caña de azúcar, ahora tan sólo es el vigía de un panorama que te dejará sin aliento.
Más abajo, la pequeña localidad de Marigot ha conservado su elegancia con sus hermosas mansiones decoradas con galerías y balaustradas en encaje y su colorido mercado. Con sus pequeñas cabañas criollas donde trabajan unas “ladies” con la cabeza cubierta con un pañuelo, sus “lolos” (restaurantes típicos) y sus puestos de frutas, verduras, especias, pescado fresco y demás productos locales, es un lugar de paso obligado para descubrir los perfumes de la cocina local. Una buena entrada en materia antes de poner rumbo hacia el pueblo de Grand Case que se ha convertido en la capital gastronómica de la isla de San Martín. Allí pueden tomarse platos inspirados en la tierra a la vez que se disfruta del entorno auténtico entre cabañas criollas y casas de adobe.
A continuación, es hora de disfrutar de las playas: ¡hay 25 tan sólo en la parte francesa! La bahía oriental, la mayor de la isla, debe su apodo de “Saint-Tropez del Caribe” a su carácter festivo. Los amantes de las playas salvajes preferirán la bahía de Prunes par una sesión de esnórquel o de surf cuando empieza a subir la marea.
A menos de escoger el islote Pinel, en el corazón de la reserva natural. Sólo se puede acceder en barco, pero su hermosa playa de arena blanca de aguas poco profundas es muy frecuentada, en particular por las familias.
Admirar la biodiversidad en San Martín
San Martín es también una mina para el ecoturismo. Empezando por su reserva natural, al noroeste de la isla, un área marina protegida de más de 3.000 hectáreas donde conviven tortugas marinas, grandes delfines y ballenas jorobadas. Cinco ecosistemas están protegidos, entre ellos los arrecifes de coral. Basta bucear con gafas y tubo para observar miles de especies de peces.
Y al subir al pico Paradis, la “cumbre” de la isla con 424 metros, se descubre otra faceta de la isla de la Reunión, con su vegetación exuberante. En la bahía Nettlé, se pueden aprovechar los vientos alisios para deslizarse en windsurf, pero para llegar a los playa de Amoureux (de los Enamorados), hay que hacerse a la mar. La más pequeña playa de la isla se oculta en una minúscula cala rocosa: ¡sólo caben dos personas!
Dejarse tentar por al cocina del Caribe
En San Martín, la cocina mestiza está dominada por una gastronomía francesa con acentos de las Antillas. Se disfrutan los productos del mar, langostas a la parrilla, pescados finos como el pargo (en caldo corto) o el thazar (parecido al atún, servido asado o ahumado) o también los lambíes, un tipo de moluscos, servidos en fricassée, pero también platos inspirados por la historia.
Se come el pollo “boucané” (ahumado) o acompañado con arroz con especias, un plato de fiesta, o el rabo de buey guisado con el oxtailstew. El Johnny cake (o journey cake), un panecillo frito antaño tentempié tradicional, en la actualidad se sirve en el desayuno.
Otras especialidades de San Martín: el guavaberry, un licor tradicional elaborado a partir de ron envejecido en toneles de roble, azúcar de caña y bayas de uvero.
Las especias son las que dan todo su carácter a la cocina perfumada de las Antillas, como en el tradicional colombo de pollo, pescado o cerdo. Y el ron puede coronar una comida, puro o “arrangé” (arreglado) con frutas y especias...