Inspira. Suelta el aire. Estás entrando en una zona sin autopistas ni trenes de alta velocidad. Para deleite de los soñadores y las aves migratorias, esta bonita zona de Normandía nos invita a vivir al ritmo de las mareas y la caramelización de las manzanas asadas. Practica el movimiento lento.
1. Cruzar la bahía del Mont Saint-Michel descalzo
Arena húmeda, suelo mullido, ríos frescos. Este paisaje te dejará sin aliento. Coordina una cita con un guía experimentado y titulado para sumergirte en esta experiencia inolvidable (la Prefectura de la Mancha prohíbe realizar esta ruta de forma independiente). Aunque esta limitación puede parecer restrictiva, se convierte en una oportunidad única, ya que los numerosos guías no solo brindan acompañamiento, sino también salidas temáticas: mareas vivas, flora y fauna, la bahía de noche...
2. Degustar una teurgoule de 7 horas
El postre menos fotogénico de Francia encierra toda la ternura de un nostálgico retorno a la infancia. Este antepasado del arroz con leche, inventado a finales del siglo XVIII cuando a un oficial de la marina francesa se le ocurrió traer arroz a Normandía, pero nadie sabía qué hacer con él, se ha convertido en el postre normando por excelencia. Disfrútalo a cucharadas o con una fallue (un brioche típico normando) y un vaso de sidra normanda.
3. Observar las aves en Nez de Jobourg
Encaramado en los acantilados, esperas al cormorán crestado, al pardillo común y al bisbita costero... Y con razón: el nez de Jobourg es un santuario de aves situado en uno de los acantilados más altos de Europa, que culmina a 128 metros sobre el mar. Un mirador ideal desde el que admirar especies de aves autóctonas, así como otras raras, como el cormorán moñudo, o incluso muy raras, como la espátula.
4. Pesca de navajas en Saint-Vaast La Hougue
¿Te gusta pescar a pie? Acércate a recoger tus capturas dos horas antes de la marea baja. Mejillones, bígaros, ostras y buccinos acabarán fácilmente al fondo de tu cubo... después de extraerlos delicadamente de las rocas. Con un poco más de pericia (y un poco de sal para las navajas), también podrás llevarte navajas, berberechos, almejas, gambas, cangrejos ¡e incluso alguna nécora!
5. Lunch en la playa en Blainville-sur-Mer
Pierna de cordero o bígaros, vistas al mar o cerca de la chimenea, en el restaurante La Cale, hace tiempo que se ha detenido el tiempo. Es un lugar auténtico, con grandes mesas y bancos de madera y un menú sencillo. La frescura de los productos está a la vista de todos, al igual que la amabilidad del propietario. - Facebook del Restaurante La Cale
6. Observar las grandes mareas en La Hague
En cada equinoccio, el mar se vuelve salvaje. Y uno de los mejores lugares para experimentar la fuerza del mar es La Hague y su famoso faro Goury, barrido regularmente por las corrientes más fuertes de Europa durante las mareas altas. No te pierdas el mayor espectáculo del Oeste...
7. Merendar en las dunas de Hattainville
El paseo es muy agradable y el descanso será dulce, al abrigo del viento, entre dunas amarillas. Aquí, pisamos antiguos acantilados con más de 70,000 años de edad, que se han convertido en un macizo dunar de más de 80 metros de altura. Y con el cambio de las estaciones, podrás disfrutar de un paisaje poético y siempre cambiante gracias a los resplandecientes colores de la vegetación arenosa: malva del tomillo, rosa vivo de la orquídea, marrón de la araña roja y azul del centeno marino.
8. Esperar para ver el rayo verde en la playa de Port-Bail
Se dice que este estallido de color aparece con tiempo despejado, en el preciso momento en que el sol cambia de hemisferio. Cuando el sol desaparece, sus últimos rayos azules y verdes aún consiguen atravesar el horizonte. Aunque la luz azul se dispersa por el aire, los rayos verdes siguen siendo brevemente visibles. Es un fenómeno difícil de admirar, y del que se dice que trae buena suerte a los que lo contemplan.
Por Émilie Guilhen
Diseñadora-redactora y creadora editorial en París.