5 experiencias a vivir en el Tarn para viajar en el tiempo

Travesía histórica

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En Sorèze y en el Sidobre, el tiempo parece suspendido.
© Tarn Tourisme / D. Vijorovic - En Sorèze y en el Sidobre, el tiempo parece suspendido.

Tiempo de lectura: 0 minPublicado el 7 enero 2019

Viajar en el tiempo no está reservado a los soñadores… Es el caso del Tarn: rocas de la era terciaria, pueblos medievales, pintura del Renacimiento y del siglo XIX… En esta joya de Occitania se viaja a través de los siglos.

La era terciara en medio del Sidobre

El “Peyro Clabado”, símbolo del Sidobre.
© Tarn Tourisme / G. Cassiau - El “Peyro Clabado”, símbolo del Sidobre.

Pasearse por el país del Sidobre, en el corazón del Parque Natural Regional de Alto Languedoc, es volver millones de años atrás. Nos encontramos en la mayor meseta granítica de Europa. Allí, en el bosque, surge una enorme roca de granito… luego otra. ¡Y después decenas de ellas!

La más conocida de todas es sin duda el “Peyro Clabado”: ¡800 toneladas en equilibrio sobre una pequeña base de un metro cuadrado! En la zona, algunos la consideran un poco como su torre Eiffel... Además, al andar por la acera de los Campos Elíseos se camina en realidad sobre el granito del Sidobre. ¿Curioso, no? Una tierra fantástica con casi tantas leyendas como rocas...

La Edad Media en Cordes-sur-Ciel

La Edad Media en Cordes-sur-Ciel.
© Aurélie Michel - La Edad Media en Cordes-sur-Ciel.

La historia de Cordes-sur-Ciel empieza en 1222. Protegida por sus murallas, esta encantadora pequeña localidad medieval se alza sobre una colina (denominada “puech de Mordagne”). ¿Pero de dónde viene el nombre “sur Ciel” (sobre el cielo)? Pues se debe a que el pueblo parece elevarse sobre las nubes.

Al acercarse a la majestuosa puerta de Ormeaux, ya tenemos la sensación de que el tiempo se ha detenido. A continuación, nos paseamos por sus callejuelas adoquinadas, hasta la plaza del mercado. Allí, nos resulta fácil imaginar la vida del pueblo cuando los habitantes vendían grano, tejidos, cuero...

El Renacimiento ante los frescos de la catedral de Albi

Los frescos de las bóvedas de la catedral de Sainte-Cécile, en Albi.
© Tarn Tourisme / G. Cassiau - Los frescos de las bóvedas de la catedral de Sainte-Cécile, en Albi.

¡Cuántos siglos ha visto pasar la catedral Sainte-Cécile de Albi! Transcurrieron dos para que fuera construida su estructura, que comenzó en la Edad Media (siglo XIII). No fue hasta el Renacimiento cuando aparecieron los magníficos frescos que cubren sus bóvedas, obra de pintores italianos en 1509. En cuanto al órgano, notable, fue realizado en el siglo XVIII. Es la mayor catedral de ladrillo del mundo y, claro está, forma parte de la Ciudad Episcopal de Albi, declarada en 2010 Patrimonio Mundial por la UNESCO.

Finales del siglo XIX en el Museo Toulouse-Lautrec

“Au salon de la rue des Moulins”,  por Henri de Toulouse-Lautrec.
© F. Pons / musée Toulouse Lautrec, Albi, Tarn - “Au salon de la rue des Moulins”, por Henri de Toulouse-Lautrec.

Cuando el pintor Henri de Toulouse-Lautrec viajó a París, se instaló en el barrio popular de Montmartre y frecuentó los cabarets. Los temas de sus obras están influidos por ello: pintó mujeres, muchas mujeres… Desde las prostitutas anónimas de los burdeles hasta las cantantes más conocidas de los cafés-concierto, como Yvette Guilbert. Sus carteles de espectáculo, increíblemente modernos, figuran entre sus obras más célebres. El museo que le está dedicado en Albi es una maravilla. Está situado en un lugar magnífico, también cargado de historia: el palacio de la Berbie.

13 siglos de historia en la abadía de Sorèze

En el Museo Dom Robert y de la tapicería del siglo XX.
© Aurélie Michel - En el Museo Dom Robert y de la tapicería del siglo XX.

Al contemplar la fachada de la abadía de Sorèze, construida en 754, cuesta imaginar que albergó una escuela hasta 1991. Una escuela que literalmente recorrió los siglos: el XVIII (escuela real militar), el XIX (internado de fama internacional) y, finalmente, el siglo XX. En su interior, un museo muestra el fascinante universo de los alumnos en uniforme. Sus pequeñas habitaciones, en la primera planta, incluso han sido reconstituidas.

La abadía muestra asimismo el siglo XX a través de los ojos Dom Robert (1907-1997), en el otro museo situado dentro del recinto. Las obras llenas de colorido de este monje que se convirtió en tapicero en 1941 son una oda a la naturaleza.

Por Aurélie Michel

Periodista en la web y prensa escrita en publicaciones sobre el turismo, deporte y cocina. Apasionada por la fotografía y el surf.

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