Visitamos un hotel de categoría Palace de líneas depuradas, situado en pleno viñedo del Château La Coste, en Provenza. Desde el encantador paréntesis en el spa hasta la contemplación de las obras de arte contemporáneo de la propiedad, estas son nuestras sugerencias para disfrutar al máximo de este excepcional establecimiento en Le Puy-Sainte-Réparade, cerca de Aix-en-Provence.
Despertarse en medio de la naturaleza
Situado sobre un viñedo de 200 hectáreas, el hotel Villa La Coste nos ofrece una naturaleza salvaje y domada a la vez. Son colinas dibujadas con viñas, pero también bosquecillos con grandes árboles y praderas doradas que abrazan el relieve de las colinas. Aquí y allá, muros de piedra seca; más lejos un arroyo, robles y un pinar con el sonido de las cigarras en verano. A pie o en una de las bicicletas puestas a disposición por el hotel, en medio de un perfume de garriga, seguimos los senderos que bordean apacibles las viñas o se adentran en el pinar.
Pasear entre las obras de arte
Frank O. Gehry, Jean Nouvel, Tadao Ando, Sophie Calle... Grandes nombres de la arquitectura y del arte contemporáneo han creado unas obras de arte in situ entre las viñas y las colinas del Château La Coste. Desde la bodega de chapa de acero ondulado, versión arty del hangar agrícola obra de Jean Nouvel, recorremos la propiedad en busca de una treintena de obras. Hay que perderse por los senderos como hicieron los artistas para inspirarse del lugar y crear. Entre los tesoros encontrados: un cáliz monumental en bronce de Guggi, un recinto de cristal alrededor de una antigua capilla imaginado por Tadao Ando… Al final del día, nos maravillamos ante la creación de Jean-Michel Othoniel, La Grande Croix Rouge, crucifijo gigante de cristal escarlata que parece inflamarse con la luz del atardecer.
Dejarse mimar en el spa
Líneas depuradas, piedras naturales y madera clara dan forma al spa de la Villa La Coste y su elegancia contemporánea, en armonía con el espíritu del lugar. Apreciamos la luz diurna que entra en las cabinas (algunas incluso cuentan con un jardín privativo) y los cuidados 100% naturales que utilizan preferentemente los productos de la región: aceites de plantas y flores de Provenza, sales minerales, arcillas... La decoración inspira un enfoque holístico. Unas sesiones de yoga son propuestas en un estudio que parece sumergir a los visitantes en una obra de arte bañada con luces de colores filtradas por una vidriera. Algunos domingos el hotel organiza unas sesiones “yoga & brunch”.
Descubrir los vinos de la propiedad
Patrick McKillen, fundador del Château La Coste, lo recuerda a menudo: los verdaderos artistas de esta propiedad son quienes elaboran el vino. Sus herramientas son unas uvas de cultivo biodinámico siguiendo las normas de la agricultura biológica: Garnacha, Syrah, Cinsault, Vermentino, Chardonnay, Sauvignon Blanc y Cabernet-Sauvignon. Los vinos del Château La Coste, con una predominancia del rosado, pueden descubrirse en las bodegas o en la tienda.
Para aquellos apasionados por la viticultura que desean saber más, unos talleres les permiten conocer los métodos de vinificación, los aromas y la cata. Podrás aprender que, bajo el invernadero de acero que brilla al sol, Jean Nouvel ha creado una bodega gravitatoria que evita utilizar el oxígeno para extraer el vino y garantiza que tenga un carácter más natural.
Relajarse en su terraza privada o al borde de la piscina
Un confort zen, unas líneas gráficas donde predomina el blanco: las habitaciones (28 villas-suites) invitan al descanso y a la serenidad. Sus patios y terrazas privadas sumen al visitante en la ensoñación contemplando el viñedo y el macizo del Luberon que se extienden ante él. A menos que se prefiera descansar al borde de la piscina, la privativa de las diez Villas Suites o la del hotel, con la intimidad protegida detrás de una hilera de árboles, ideal para sestear acunado por los sonidos de la naturaleza.
Sucumbir a una gastronomía inventiva
Un maestro del fuego trabaja en el Château La Coste. El chef argentino Francis Mallmann despliega siete técnicas de cocción con un horno de madera y un domo de fuego. Costillar de cerdo de Provenza, entrecôte de rubia gallega, naranjas asadas y remolacha a la brasa adquieren unos sabores inéditos en un recinto rústico-chic realzado por tonos negros. Para una cocina de consumo local que da protagonismo a los productos de temporada procedentes del huerto de la propiedad hay que elegir el restaurante de Tadao Ando o la mesa del hotel donde Hélène Darroze utiliza productos locales de temporada, en un marco más intimista. Cenar en la biblioteca, la galería o el jardín con su agradable sombra es todo un privilegio.
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Por Charlotte Cabon
Periodista.