Entre castillos, santuarios, piedras de tonos rojizos y descubrimientos gastronómicos, recorremos el valle del Dordoña de pueblo en pueblo. Descubre sin más tardar los 6 pueblos preferidos de France.fr.
El más vertiginoso: Rocamadour
Agarrado a la ladera de un acantilado, entre el cielo y la tierra a 150 metros sobre el cañón del Alzou, Rocamadour tiene todos los atributos de una ciudad sagrada. Este pueblo vertical, construido en etapas sucesivas y cuyos orígenes se remontan a la Prehistoria, está compuesto por una superposición de casas y capillas coronadas por un castillo. Lugar de peregrinación, la gente acude a su santuario al que se accede tras superar los 216 peldaños de la escalera de los Peregrinos. La capilla Notre-Dame de Rocamadour es el corazón y en ella se encuentra la Virgen Negra, una estatua en madera de nogal del siglo XII ante la que vienen a recogerse los peregrinos desde hace más de ocho siglos. En un registro diferente, Rocamadour también es célebre por su queso de cabra. Puedes descubrir cómo se fabrica en la granja Borie d'Imbert, situada a la salida de Rocamadour. ¡Aconsejamos encarecidamente probarlo!
El más colorido: Collonges-la-Rouge
Con sus fachadas rojas y sus tejados cubiertos de piedra laja o pizarra que destacan en el verde de la campiña de Corrèze, Collonges-la-Rouge no pasa desapercibido. Este color rojo, incluso centelleante según la luz, se debe a la presencia de óxido de hierro en el gres utilizado para construir el pueblo. Entre las casas, mansiones y pequeños castillos, nos detenemos en la iglesia de Saint-Pierre y su campanario octogonal del siglo XII, así como en el mercado cubierto cuyo horno de pan es utilizado durante las fiestas de la localidad. En verano, se puede aprovechar la apertura al público de la casa de la Sirène, un edificio del siglo XVI convertido en museo. La capilla de los Penitentes Negros, del nombre de una hermandad laica, también merece ser visitada con sus vidrieras contemporáneas realizadas en 2016. Pero para que la magia se produzca realmente, hay que visitar Collonges-la-Rouge a la caída de la noche, a la luz de las antorchas. Se descubren la historia y las leyendas del pueblo en un ambiente único.
El más panorámico: Loubressac
A Loubressac se acude tanto por el pueblo mismo como por las vistas que ofrece de los alrededores. Encaramado a una roca, el pueblo domina los valles del Dordoña, del Cère y del Bave. No nos cansamos de las casas medievales de piedras ocres y tejas oscuras, tan características de la región, que se suceden a medida que recorremos sus callejuelas, escaleras y plazas llenas de flores. Al acercarnos al castillo que domina el pueblo, comprendemos al fotógrafo Robert Doisneau que encontró en Loubressac “la luz más bella del mundo”. Disfrutamos de las diferentes vistas de los castillos de Castelnau y de Montal, así como de las torres de Saint-Laurent.
El más burgués: Autoire
Casas solariegas, castillos, palacetes… ¡No hay duda: en Autoire sabían vivir! Este pequeño pueblo del Quercy, lugar de veraneo de los notables de la localidad vecina de Saint-Céré, era conocido incluso como “el pequeño Versalles”. Hoy disfrutamos de este patrimonio admirando las casas con fachadas de piedras claras y tejados de tejas oscuras realzados por la vegetación. Nos alejamos un poco para tomar el fresco en la catarata desde cuya cima se lanza el río Autoire, que prosigue su camino a través del pueblo. En el camino de vuelta, bifurcamos hacia el Roque d’Autoire, también conocido como “castillo de los Ingleses”, una fortaleza semitroglodita pegada al acantilado de piedra caliza con apenas 2 metros de grosor.
El más gastronómico: Curemonte
En Curemonte, todo va de tres en tres. La historia del pueblo estuvo marcada por tres grandes familias: los Curemonte, los Candaillac y los Plas. Cuenta con tres castillos, el de Saint-Hilaire, reconocible por su torre cuadrada y el vecino castillo de Plas con torres redondas, así como el castillo de la Johannie. Los dos primeros acogieron, entre otros, a la escritora Colette, que se refugió allí durante la II Guerra Mundial. Curemonte cuenta asimismo con tres iglesias, entre ellas la iglesia Saint-Hilaire, situada a la salida del pueblo, una de las más antiguas de la Corrèze. A visitar también en Curemonte, el mercado cubierto y su artesonado de origen en madera de roble que servía antaño como mercado de grano. Al pasear por las calles del pueblo, no hay que dejar de alzar la vista para admirar las fachadas de las casas nobles con detalles como ventanas con parteluz, torrecillas cubiertas de pizarra y otras decoraciones esculpidas. Para los chavales, se puede acompañar la visita con la búsqueda del tesoro propuesta con la aplicación Terra Aventura. Por último, antes de retomar el camino, realizamos una parada en Lou Pé dé Gil (el pie del grillo, en occitano), cuya especialidad es un aperitivo a base de flores diente de león. Resulta difícil resistirse a las mermeladas, jaleas y pasteles preparados con flores y frutas locales.
El más monástico: Carennac
El tiempo parece haberse detenido en este pequeño pueblo medieval que se alza sobre una terraza rocosa a orillas del Dordoña. Antiguo burgo monástico, Carennac fue construido alrededor del priorato de la orden de Cluny, fundado en el siglo XI. Tras una visita a la iglesia de Saint-Pierre, célebre por su tímpano románico y su Descendimiento de la Cruz de estilo gótico del siglo XVI, contemplamos el claustro mitad románico y mitad gótico antes de pasear por las calles del pueblo, donde admiramos las casas de estilo renacentista con ventanas esculpidas. Para saber más sobre el territorio y su patrimonio hay que dirigirse al castillo de Doyens, construido en el siglo XVI y que acoge una exposición permanente, así como otras temporales mientras que, en la época de buen tiempo, se ofrecen visitas guiadas temáticas.
Por Constance Dive
Editora de France.fr.